Autoras: Agata Hummel & Paula Escribano
Parece ser que en la actualidad en Cataluña no existe acuerdo acerca del significado del término payés/a (pagès/a) o campesino/a (1). Lo que para unas personas es una figura ligada al trabajo de la tierra, para otras es una imagen que ya solo se encuentra en el pasado. Hay quien opina que payés/a es sinónimo de agricultor/a, y hay quien vive del campo y le parece un insulto ser denominado payés/a por entender que es sinónimo de persona inculta. Por el contrario, hay para quién el término payés/a “se le queda grande”. Personas que piensan que no están a la altura de recibir semejante etiqueta, por todos los conocimientos que esta denominación lleva implícita.
Las reflexiones que presentamos aquí son unas primeras ideas fruto aún inmaduro de nuestra investigación antropológica llevada a cabo entre diciembre 2018 y marzo 2019 en Cataluña, con algunos contactos previos desde el año 2014. Guiadas por el interés de comprender en qué contexto legal se desarrollan las prácticas orientadas a la auto-suficiencia de los pequeños núcleos neo-rurales o neo-payeses catalanes1, pronto nos dimos cuenta que existían diferentes formas de entender qué significa ser payés/a. Pensamos que esta falta de acuerdo es resultado de diferentes imaginarios acerca de cómo se supone que debe de ser la agricultura y la ganadería, hacía que tendencia económica deben de estar orientadas y qué diseño del paisaje debe de tener Cataluña, es decir, qué usos deben de tener las tierras. Nos preguntamos, ¿de qué manera conviven estos imaginarios, si es que lo hacen? y ¿qué factores son los que influyen tras la forma que están tomando?
La recolección y comprensión de diferentes testimonios y definiciones del concepto de payés/a nos acercan a las preguntas planteadas anteriormente. A continuación presentamos algunos de estos testimonios y reflexionamos sobre las implicaciones que ellos pueden tener.
“Payés es el hombre libre que cuida, estima y vive de la tierra”
La primera definición a la que nos aproximamos proviene de personas que encuentran en la agricultura y la ganadería su principal medio de vida. A menudo son colectivos o individuos que forman parte de redes de apoyo mutuo. Personas de todas las edades, frecuentemente jóvenes pero no solo. Algunos vinculan su actividad en el campo con la lucha política por la autonomía, la dignidad, la autosuficiencia y la autogestión. Otros solamente buscan una forma de subsistencia que esté de acuerdo con sus preferencias y valores en la vida.
Entre ellos, encontramos casos de personas que han realizado una movilidad ciudad-campo (neo-payeses/as), pero también hay quién ha vivido toda su vida en el campo. En ocasiones estas personas primero han ido del campo a la ciudad para estudiar, pero luego han vuelto dispuestas/os a retomar el oficio de (generalmente) sus abuelas y abuelos.
Para estas personas el payés/a “es el que tiene de todo”; es decir, cultiva un poco de todo para poder ser lo más autosuficiente posible. Dentro de este modelo, vende o intercambia sus excedentes normalmente en círculos de confianza o utilizando los denominados “grupos de consumo”: lugares en los que las personas se asocian con el objetivo de poder acceder a una alimentación que corresponda con los modelos de producción distribución y consumo afines a sus valores e ideas.
El caso de Olav ilustra esta forma de pensar y vivir el campo. Olav forma parte de un colectivo más amplio, una comunidad que vive en la provincia de Tarragona. Él, junto a su compañera y su socio, llevan campos de almendros, olivos, frutales, cereal y huerta de hortaliza. En casa además tienen más huerta, un gallinero y algunas cabras. La comunidad formada por unas 10 personas se alimenta mayoritariamente de los productos que provienen de este trabajo. Las personas a cambio dedican un tiempo estipulado al trabajo en el campo. Olav nació fuera de Cataluña y creció criando vacas junto a su familia. Estudió ingeniería agrónoma y como dice él le dio una “vuelta de tuerca” a todo lo que había aprendido. En su opinión la imagen del payés como hombre libre que cuida, estima y vive de la tierra no es una idea nostálgica, es que es la mejor manera. “Para mí, no hay otra manera mejor de hacer que sembrar de todo y hacer muchas cosas, hacer venta directa y aprender”.
Como Olav, otro grupo de gente que vive en la provincia de Barcelona en un pequeño pueblo abandonado, tiene huerto, unas pocas cabras y algunos años un cerdo para engordar. Ellos también encuentran un gran valor en esta forma de entender la payesía y cómo habitar el campo. El siguiente fragmento ilustra sus ideas sobre el tema:
Ivan: Lo que té valor és viure en contacte amb això, de mantenir la tradició.
Iago: I sobirania alimentària que representa.
Ivan: I sobre tot això, que menges de qualitat.
Iago: La qualitat de vida.
Ivan: I les cabres que mengen herba y no que mengen pinso (…) abans, antigament pues tothom tenia una cabra o dues, tenia porcs, tenia gallines. (…) I si que és veritat que la agroindústria permet que la gent mengi merda. (Miembros de una iniciativa neo-payesa, sobre los 40 años. Entrevista 2017).
Sin embargo, tanto Olav como este colectivo, así como la mayoría de las personas que intentan vivir de una pequeña producción autogestionada, se dan cuenta de que al tratar de recuperar los métodos payeses de trabajar el campo, el modelo que representan no es mayoritario, sino todo lo contrario; se insertan en un contexto “hostil”, dominado por la lógica de agricultura industrial y la búsqueda de beneficio en forma de capital.
¿Quién modela el paisaje de todo lo que ves por la carretera? Lo maneja la agricultura, no los agricultores, lo majen los técnicos que te dicen qué sembrar, las revistas que te crean necesidades o las cooperativas que te suben los precios (Olav, sobre los 32 años. Entrevista 2019).
Para los neo-payeses y los que llevan toda la vida reproduciendo la tradición payesa existe una diferencia clara entre el payés y el agricultor.
Si tú me hablas de payés, yo creo que es más la gente de antes que ahora, estos que son una especie de tractoristas, empresarios, que están muy desvinculados de todo, o ganaderos que están súper desvinculados de todo ¿Cuántos agricultores de los de ahora se hace su propia comida? Yo conozco tres. Que tengan un trozo de huerto, que se hagan las patatas. Antes la base de la agricultura era primero la autosuficiencia y después lo que te sobrara, para ir a venderlo y para tener una economía en casa. Hoy en día el agricultor medio, vive en un piso o en una casa con muy poca ruralidad integrada. Va al almacén, coge un tractor o coge una furgoneta y paga a ciertos productores. Se ha convertido en una especie de tractorista, donde contrata mano de obra para que haga las tareas, en fin. Es otra cosa, no son payeses. Por respeto a la palabra o al contexto. Deberíamos reinventar un nuevo nombre para los agricultores de hoy en día, porque no pueden llamarse igual que el abuelo que criaba conejos, cerdos, gallinas que iba a la granja semi-industrial le regalaban los cerdos que no mamaban, estos que iban a tirar… Probablemente la mujer los alimentaba con leche de la cabra, lo engordaba, lo mataban y hacían las matanzas. Después ponían las judías, las patatas en la misma tierra y además había detrás otros conocimientos de las semillas, de los comportamientos [de las personas hacia la agricultura y los animales]. Antes había muchos dichos sobre los animales porque se estaba en contacto con ellos. Hoy en día el trato que tiene un ganadero con un animal, es que no sabe distinguir ningún animal. Quizás lo decía el Hobbes, un ganadero puede tener tantas ovejas como sea capaz de reconocer y un agricultor tantos arboles como sea capaz de reconocer. Las personas que cuidamos trozos de tierra llamémonos agricultores, hay varios prototipos, neo rurales con tendencias más ecológicas, los viejos que siguen llevando poca tierra que siguen tirando herbicidas y siguen en ese escalón de cuando tenían 40 años y luego lo hijos de estos que cogen y acaparan muchísima tierra y que llevan la agricultura a niveles de EEUU y que pretenden hacer otro tipo de agricultura. Compartimos la edad unos y otros. Hay como estas tres polaridades y luego cada agricultor está situado en algún punto intermedio de todas ellas pero la realidad es esa. Un problema grave es la concentración parcelaria que la están llevando a cabo los hijos de los agricultores que están cogiendo tierras a tope. Si no puedes reconocer tantos arboles al final acabas haciendo clones de clones de árboles, tratándolos a todo por igual y hay un problema creciente con la concentración parcelaria, llevan 100 hectáreas de viña y solo hacen viñas, gente con 20000 hectáreas de cereal (Olav, sobre los 32 años. Entrevista 2019).
Como podemos ver para Olav, la diferencia se encuentra en la vinculación entre la persona con la tierra o los animales con los cuales trabaja.
“Podemos encontrar el agricultor profesionalizado y el que no lo está”
Otra forma de abordar lo que significa ser payés proviene principalmente de las administraciones públicas y escuelas agrarias, así como de las personas que se dedican a la agricultura y ganadería intensiva. Debido a las formaciones recibidas y al trato frecuente entre el mundo del campo y el de las administraciones y escuelas, pensamos que cada vez más personas en la sociedad comparten este imaginario de lo que es la vida del campo. Desde esta perspectiva, el término payés queda relegado a una etiqueta de venta que por ejemplo es utilizada cuando quieren acercar al consumidor a puntos de distribución en el campo, como puede ser en las jornadas de puertas abiertas que realizan algunas granjas y establecimientos para poder acercar al consumidor a su producto (un ejemplo lo podemos encontrar en http://escasateva.catalunya.com/experiencia/dia-pages-vaques-vedells/). Esta forma de utilizar el término payés pone en juego un imaginario colectivo en el que la figura del payés se encuentra idealizado y por lo tanto no contempla la realidad de la situación de esta forma de vida.
La persona que trabaja y vive del campo desde este imaginario no es un payés, sino un agricultor. Una persona formada para realizar tareas tanto administrativas como propias del campo, que domina las nuevas tecnologías y cuyo oficio está a la altura en salarios y condiciones laborales al del resto de la sociedad. Por lo general las personas que se dedican al auto-aprovisionamiento apenas son tenidas en cuenta en esta forma de clasificar el mundo rural y quedan fuera de esta definición de agricultor/a profesionalizado. Si bien lo que definía a un payés desde la primera forma de aproximarnos a este término era la vinculación entre la persona y su medio de subsistencia, es decir el campo y los animales, lo que observamos es que desde este segundo imaginario lo que está en valor es la capacidad de las personas para hacer de la agricultura un negocio. De esta forma la diferencia entre payés y agricultor se conceptualiza a través de algunos términos que miden el grado de “éxito” económico.
Otra forma de hacer referencia a los agricultores y su diferente integración en el mercado con la que nos hemos encontrado es la de “agricultor dinámico y agricultor apalancado”. Esta distinción nombraría como apalancados a los agricultores que no desarrollan su explotación o negocio al ritmo del mercado, es decir: un constante crecimiento. Desde este imaginario el estancamiento o apalancamiento está vinculado con los valores relacionados con la reproducción del hogar y el cuidado del medio en el que esta se desarrolla, y con una economía diferente a la economía de mercado.
Sin embargo y pese a que la idea de agricultor/a profesionalizado/a se encuentra bastante extendida, hay puntos de Cataluña, sobre todo en la región de Pirineos, donde el concepto de payés continúa en uso. Como explicaba un funcionario vinculado a un organismo oficial:
Bueno para mí la explotación tradicional payesa es una explotación que lleva mucho tiempo existiendo, las casas que están en las zonas rurales, no dentro del pueblo sino a las afueras del pueblo como la mayoría de las explotaciones de la comarca. Es donde suelen tener un espacio habilitado. Se han tenido que adaptar para cumplir con la normativa de sanidad y bienestar animal, porque es lo que te decía antes que aunque sea un cerdo que te lo vayas a comer tú, tiene que tener donde esté ubicado unas condiciones. Nosotros vamos allí con el aparato para medir la luz, un luxómetro para asegurarnos que el cerdo que tenga suficientes horas de luz. A veces había cuadras antiguas en casas de payeses que no entraba la luz allí nunca. Es importante que no se acumule el estiércol y que tengan un estercolero adecuado y esto lo tienen que cumplir por derecho y estas casas tradicionales muchas veces no cumplían con esto porque tenían poco espacio y lo habían hecho toda la vida como costumbre. Ahora se van adaptando y ahora están cumpliendo con la normativa de sanidad y bienestar animal, todas las condiciones higiénico-sanitarias que se les exige, y bueno para mi estas son las tradicionales casas de payés donde se ha matado el cerdo cada año y se sigue haciendo. También tengo que decir que nos han llegado quejas de estas casas de toda la vida. Con las condiciones que les hacíamos cumplir para engordar el cerdo se lo estábamos complicando tanto que preferían ir ya a comprar un cerdo de una explotación, comprarlo matarlo en el matadero y después ellos elaborar el producto de la matanza (Persona que trabaja en la administración. Sobre los 50 años, entrevista 2019).
“Cómo compatibilizas lo tradicional con la normativa…”
La coexistencia de la forma de entender la payesía como un estilo de vida que veíamos al principio, con las normativas estatales o europeas es difícil. La primera refleja una experiencia local acumulada a través de varias generaciones de convivencia del hombre/mujer con su medio natural y los animales. Las segundas tienen que ver con la globalización del mercado agrícola y la mercantilización de la agricultura. Esto se encuentra unido a las experiencias sobre todo relacionadas con el concepto de “bienestar animal” y los “peligros” sanitarios detectados y conceptualizados desde la perspectiva del pensamiento tecnológico moderno. Por otro lado, esta perspectiva también se encuentra vinculada con la conceptualización de ética basada en los “avances” científicos, es decir se valora como positivo algo que está comprobado científicamente, que no siempre coincide con el conocimiento popular. Muchos representantes de la administración pública son conscientes de la incompatibilidad del conocimiento popular y el conocimiento científico-administrativo, como vemos en el siguiente ejemplo:
Sobre cómo compatibilizas lo tradicional con la normativa, claro la respuesta será muy distinta si te la respondemos nosotros desde la oficina o si se lo pides a cualquier persona de la calle. Nosotros vemos cómo han ido evolucionando las normativas y por qué motivo han evolucionado en este sentido y lo encontramos normal. Que un cerdo aunque sea para autoconsumo que tenga que tener las condiciones de bienestar animal igual que cualquier otro. Para una persona tradicional de toda la vida esto le cuesta mucho de entender, los que han llegado a entenderlo han dejado de engordar su cerdo y han ido al ganadero a comprar el cerdo, para hacer sus hamburguesas en casa (Persona que trabaja en la administración. Sobre los 50 años, entrevista 2019).
En casos como los del Pirineo, no se percibe la distinción entre payés y agricultor, ya que en las zonas de montaña todos se consideran ramaders (ganaderos). Es en estos lugares, donde aunque la matanza del cerdo esté prohibida por ley, todavía podemos encontrar la pervivencia de la práctica tradicional, y no como ocurre en otras regiones, solo desarrollada por los neo-payeses.
Cuando preguntamos sobre la relación entre el imaginario de una nación catalana que recupere sus tradiciones (entre otras las de los payeses) y el actual modelo de desarrollo económico, y las normativas relacionadas, la reflexión es la siguiente:
Sí que aquí, cuando hablas con gente del territorio y tienes conversaciones relacionadas con el proceso que se está intentado tirar hacia adelante [se refiere a El Procés, el proceso de independencia de Cataluña del estado español], sí que dices: ¡hem de tornar a la terra, hem de tornar a ser nosaltres, hem de tornar a ser lo que érem, si consumim productes fets per nosaltres serem mes forts! eso lo dices y te lo crees, aunque cuando reflexionas un poco y dices: no vamos a ninguna parte porque necesitamos de todos, pero a veces eso refuerza y ayuda un poco a continuar con los ánimos de que un día pues si nos dedicamos a lo nuestro seremos nosotros y no dependeremos de los otros. Pero si tocas de pie en el suelo, que es difícil… Pero sí que en las zonas más rurales creo que se ha hecho más mella del territorio y de la identidad catalana que en otras zonas. Y políticamente queda bien decir que hemos de volver a las tradiciones catalanas, pero cuando hablas con un político que no tiene ni idea de la normativa de sanidad y bienestar animal y dice: es que ara no podem matar el porc, perquè d’això diuen no potser perquè a Catalunya sempre hem matat el porc, pero cuando después lo coges le sientas y le dices que significa dice: Ah! Vale pues… (Persona que trabaja en la administración. Sobre los 50 años, entrevista 2019).
Para una parte importante de la población rural catalana, y para algunas administraciones, la figura del payés representa una tradición nacional. La matanza del cerdo en casa es por lo tanto, un símbolo de la payesía. Algunas personas que se autodenominan payeses nos han comentado que prohibir la matanza es equivalente a la aniquilación de 90% de la cultura del payés catalán. Esta relación, como hemos visto en el testimonio anterior, parece estar vinculada con una orientación política independentista. Sin embargo, los representantes de la administración, incluso los que apoyan El Procés, entienden que Catalunya depende no solo de España sino también de la Unión Europea que dicta las normativas. A pesar de que algunas personas que trabajan en la administración pública opinan que estas normativas son exageradas y alejadas de la vida real de los payeses y de sus problemas, en general parecen aceptar la lógica legal (aunque a menudo con una mirada crítica, lo cual puede repercutir en la práctica a favor de los payeses “levantando un poco la mano” a la hora de aplicar la ley).
A mí me hace mucha gracia cuando dicen que si Catalunya es independiente y tal, saldrá de Europa. Digo yo: ¡Ojala! me pongo aquí a quemar reglamentos comunitarios y me quedo solo, hago una hoguera ((se ríe)). ¡Ojalá nos echen de Europa de una puñetera vez! (Persona que trabaja en la administración. Sobre los 50 años, entrevista 2019).
Este testimonio refleja por un lado la red en la que las normativas se encuentran insertas y por otro, la repercusión de pertenecer a la Unión Europea y cumplir la PAC (política agraria común). En este caso, parece que esta pertenecía ha complicado mucho más el trabajo administrativo de los funcionarios en Cataluña. En lo que a las personas que tienen cultivos o animales respecta, vivir del campo en Cataluña implica cumplir toda una serie de normativas europeas, estatales y regionales, lo cual hace que el proceso burocrático y el control sea tan extenso que en algunos casos se hace imposible de cumplir.
Por lo general las personas que emprenden un proyecto productivo en el campo y orientan su producción al mercado, son apoyadas por una serie de procedimientos administrativos como por ejemplo subvenciones. Sin embargo, la viabilidad económica en su incorporación a la producción agrícola a menudo es puesta en duda por las propias administraciones públicas. Este tipo de proyectos parecen ser exitosos económicamente si la iniciativa es capaz de tener el control tanto del proceso de producción como de la distribución y venta. Sin embargo, es muy difícil o casi imposible para un grupo reducido de personas en el sistema económico actual cumplirlo. En cambio, según algunos representantes de la administración pública, la agricultura industrial no solo sería viable económicamente, sino también aseguraría la producción suficiente de comida para alimentar a la sociedad que mayoritariamente habita en la ciudad. Las mismas personas que tratan de desarrollar iniciativas agroalimentarias también admiten que es difícil asegurarse la subsistencia trabajando a pequeña escala:
És que no és viable res ara mateix la terra. (…) La majoria de pagesos, de la gent que es dedica a la terra, no es guanya la vida. Si la majoria de la gent que té vinyes es dedica a fer el seu vi ara, perquè total, per fotra-hu i vendre i recuperar els diners que has invertit como molt. I amb tot passa lo mateix. S’està anant a un extrem de dir o fas agroindústria o no et surt a compte. Estan potenciant els grans que necessiten cada cop més, més màquines, més no sé que… i es guanyen la vida amb màquina. Amb las besties, els pastors que queden, que són pocs…(Iago, sobre los 40 años. Entrevista 2017).
A menudo los payeses tienen que tener ingresos adicionales. De esta forma, no solo dependen del mercado para la venta de sus productos pero también para ganar un sueldo que les permita mantener el estilo de vida del payés. Esta observación coincide con la literatura que desde mediados del siglo XX acumula reflexiones sobre las condiciones de vida de los payeses o campesinos.
La figura del payés vista desde la literatura
Desde la corriente de los estudios sobre la payesía (peasant studies), ligada principalmente a la Antropología Social y Cultural, se vincula el surgimiento del fenómeno del campesinado con la creación de El Estado como forma de organización social (Wolf 1966). Esta forma de organización genera, entre otras circunstancias, la apropiación de los excedentes de la payesía por los grupos de poder, las élites. En la actualidad, esta apropiación se continúa dando desde la economía de mercado en forma de impuestos o la estipulación de los precios de venta de las producciones o de los factores de producción adquiridos fuera de la granja, por nombrar algunos ejemplos.
Por otro lado, a la figura del payés se le predispone una cierta autonomía frente a la sociedad y al mercado, dada su relativa capacidad autosuficiente respecto a la alimentación, pero también a la organización social local, es decir los payeses son capaces de mantener unas costumbres independientes del resto de la sociedad. Además, la idea de autonomía se encuentra basada en el hecho de que el payés controla de los recursos naturales, como la tierra, el agua, los bosques, los animales que constituyen sus principales formas de producción. La esencia de esta autonomía es sin embargo, el control que tiene el payés sobre su trabajo, es decir, la habilidad de decidir en qué emplea su esfuerzo productivo y con qué intensidad, dependiendo de las necesidades del hogar (Harris 2005).
Es por este motivo es que en la literatura se entiende al payés o campesino desde una situación de autonomía dependiente (Narotzky 2016), enfrentado ante el dilema de cubrir las necesidad del hogar por un lado, y las demandas exteriores por el otro (Wolf 1966). En las ocasiones en las que las demandas exteriores y/o la situación en el mercado posicionan al payes en una situación en la que no es capaz de cubrir las necesidades del hogar, este acude a la auto-explotación y/o a la diversificación de sus medios de subsistencia, generalmente vendiendo su fuerza de trabajo mediante un trabajo asalariado, para poder así mantener su estilo de vida. Sin embargo, si esta auto-explotación llega a su límite, el trabajo externo no se encuentra disponible y la presión de los grupos de poder y del mercado es muy fuerte, los payeses escogen la protesta o la rebelión (Scott 1976, Wolf 1969) como forma de cambiar las condiciones sociales que les hacen imposible la subsistencia. Su potencial revolucionario a su vez, reside en esta autonomía social y la capacidad de organizarse persiguiendo el interés común (Scott 1976).
La cuestión de autonomía y dependencia que aparece en la literatura, se encuentra también relacionada con la aplicación de los términos de payés y campesino en nuestra investigación. Podría parecer que la palabra campesino es una traducción directa de la palabra payés. Sin embargo, en Cataluña el payés, desde los grupos que se auto-identifican con este término, se entiende como una figura que representa la independencia, la autonomía y la conexión con la tierra. Por otro lado, hemos encontrado algunos casos en los que el término campesino se asocia con el resto de España y a una mayor concentración de las tierras “en manos de pocos”. Los campesinos españoles en la historia serían así interpretados como trabajadores rurales sin tierra y, en vez de autonomía, representarían la dependencia. Esta manera de entender la relación entre los conceptos de payés y campesino se encuentra reflejada en los dos imaginarios que presentamos en este artículo. En este caso, lo que parece unir a los dos imaginarios es el simbolismo que tiene el concepto del payés para la identidad catalana, sin embargo no necesariamente entendida de la misma manera.
A pesar de que en la literatura el término payés se identifica sobre todo con la doble naturaleza de la condición campesina – la autonomía y la dependencia – muchos autores están de acuerdo que, a la vez, es un concepto heterogéneo a través del cual podemos describir contextos sociales muy diferentes (Harris 2005). Es decir, dependiendo del contexto histórico el payés puede representar un estilo de vida y economía diferente, siempre y cuando se de esta situación de tensión entre autonomía y dependencia. Al igual, en la vida social, el concepto de payes o campesino se muestra heterogéneo y lleno de diferentes significados que permiten nombrar y clasificar la realidad con el objetivo de darle el sentido deseado.
Conclusiones
A través de algunos de los discursos que vamos recogiendo de diferentes actores que participan en el mundo agrario en Cataluña, podemos ver cómo el término payés no sólo se usa como una etiqueta que hace referencia a personas con un estilo de vida, sino que además conlleva toda una serie de imaginarios que revelan formas diferentes de entender la economía humana y formas diferentes de entender cómo se supone que debe de ser la agricultura y la ganadería en el mundo rural en Cataluña.
Pensamos que esta falta de acuerdo no es fortuita, sino que pone de relevancia lo que la literatura lleva mostrando desde comienzos del SXX, una asimilación de las formas de subsistencia relativamente independiente de la economía del mercado y el avance del neoliberalismo, llegando a los rincones donde todavía podíamos encontrar otras formas de producción diferentes a la capitalista.
Abordando de forma preliminar las preguntas que nos hacíamos al principio de este texto, y siendo conscientes que nos encontramos ante una investigación que todavía no ha concluido, podemos ver que si bien existe una convivencia entre los diferentes imaginarios de qué papel ha de jugar la figura del payés en Cataluña, no estamos ante una convivencia igualitaria. Las administraciones públicas y ante el ejercicio de la ley, pueden sancionar y restringir los usos y costumbres que se encuentran asociados a las prácticas de auto-subsistencia, como es el caso de la matanza del cerdo que hemos tratado.
En esta convivencia, encontramos que las lógicas “legales y científicas” se encuentran más aceptadas bajo la forma de organización del Estado-Nación, en un contexto liderado por la economía de mercado. Las lógicas del conocimiento popular sin embargo, son relegadas al pensamiento mítico o religioso, devaluado desde la perspectiva de la razón moderna. Pensamos que, entre otros factores, esta relación de poder entre diferentes lógicas proviene de la colonización del pensamiento popular por la racionalidad científica que se ha instaurado en el mundo Europeo y ha sido naturalizada y universalizada, desplazando otras formas de pensar (Mignolo 2009).
Bibliografía:
Chevalier, Michel
1993 Neo-rural phenomena, “Espeace Géographique”, (Espaces, modes d’emploi. Two decades of l’Espace géographique, an anthology. Special issue in English), 175–191.
Harris, Mark
2005 Peasants [in:] James G. Carrier (ed.) A Handbook of Economic Anthropology, Edward Elgar, Cheltenham/Norhampton, p. 423-436.
Mignolo, Walter
2009 Epistemic Disobedience, Independent Thought and De-Colonial Freedom, “Theory, Culture & Society”, Vol. 26(7–8): 1–23.
Narotzky, Susana
2016 Where Have All the Peasants Gone?, “Annual Review of Anthropology”, 45(1), 301–318.
Scott, James C.
1976 The Depression Rebellions [in:] The Moral Economy of The Peasant, Yale University Press, New Haven/London, p. 114-156.
Wolf, Eric R.
1966 Peasants, Prentice Hall, Englewood Cliffs.
Wolf, Eric
1969 Peasant Wars of the Twentieth Century, Harper and Raw, New York/London.
1 Entre los neo-rurales los neo-payeses son aquellos que orientan su forma principal de subsistencia a la agricultura o a la ganadería (cf. Chevalier, 1993).